
“Cada cual con lo suyo” era el lema, claro que todos no estaban de acuerdo con lo dicho, pero al fin y al cabo era lo necesario para ocupar ese mando. Se necesitaba rapidez, rudeza, inteligencia y como no, mucha fuerza que claramente debía ser utilizada con una gran cuota de sabiduría, sino por el contrario de nada valdría. Así fue como de a poco se dieron las cosas con honestidad y sin muchos problemas, fluían las relaciones, las buenas amistades, pero ¿hasta que punto seria posible un mundo así?
Era una pregunta que muchos quisieran nunca tener respuesta o si la había, mejor no saberla.
Todo continuaba normal, era un bello día, el sol resplandeciente se alzaba sobre las pocas nubes de ese cielo totalmente azul, sin embargo en aquella casa detras del monte, en el olvidado jardín de rosas vivía aquel hombre que no olvidaba lo sucedido tantos años atrás y ya no había tiempo para mantener escondida esa rabia, era un volcán que en cualquier momento hacia erupción. Todo estaba planeado ya era muy tarde para dar marcha atrás, el momento había llegado era la hora del fin, talvez la civilización no seria la misma. Pero que más da cuando se pierden las ganas de seguir viviendo, donde ya nada te llama la atención, donde el solo hecho de despertar te causa amargura, todo lo anterior lo llevó a crear todo. Ningún dato o detalle se creó sin ser antes fríamente analizado, todo minuciosamente calculado, no había posibilidad de errores, talvez el único error era no llevar a cabo el plan…
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